Antes desahogarse era más fácil, como encajar la última
pieza de un puzzle y empezar otro nuevo. Vaciarse de ese dolor y de esa
angustia era posible. Una conversación con alguien, una buena canción, un
fuerte abrazo y un "todo irá bien", llorar como nunca habías llorado.
A veces tan sólo un boli y un papel conseguían que alcanzaras esa libertad.
Seamos realistas, ahora escuchas las mismas palabras una y otra vez,
palabras que te cansas de ver u oír, de no entender, palabras que olvidas y
aparcas. Lágrimas que intentan hacerte sentir bien tras cada caída. Canciones
que ya ni suenan, que ya no significan nada. Frases inacabadas que te
atormentan y te hacen perder la cabeza. Querer traspasar esa estúpida puerta
que ni a golpes se abre.
Ansiar salir y huir, dejarlo todo atrás.