jueves, 16 de octubre de 2014

Falsa claustrofobia.

Antes desahogarse era más fácil, como encajar la última pieza de un puzzle y empezar otro nuevo. Vaciarse de ese dolor y de esa angustia era posible. Una conversación con alguien, una buena canción, un fuerte abrazo y un "todo irá bien", llorar como nunca habías llorado. A veces tan sólo un boli y un papel conseguían que alcanzaras esa libertad.

Seamos realistas, ahora escuchas las mismas palabras una y otra vez, palabras que te cansas de ver u oír, de no entender, palabras que olvidas y aparcas. Lágrimas que intentan hacerte sentir bien tras cada caída. Canciones que ya ni suenan, que ya no significan nada. Frases inacabadas que te atormentan y te hacen perder la cabeza. Querer traspasar esa estúpida puerta que ni a golpes se abre. 


Ansiar salir y huir, dejarlo todo atrás.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Imparable.

Cierra los ojos, respira profundamente y muérdete el labio inferior. Siente un impulso que te empuja hacía delante como una fuerte ráfaga en una tormenta, una bocanada de aire que revive. Un escalofrío recorre tu cuerpo, como si tratara de crear un camino desde tu cabeza hasta los dedos de los pies, sin olvidar esa cintura que volvería loca hasta a la persona más cuerda.  Calma, no olvida ningún centímetro de ti. Esas ganas incontrolables de olvidarte de todo cuanto te rodea y dejarte llevar como nunca lo has hecho, dejando de lado los porqués, las consecuencias y todo aquello que impida ese estímulo. Una tentación que va más allá de una mirada o una sonrisa, más allá del cielo, de las estrellas y de todo lo que puedas imaginar.
Ese “me muero de ganas”, esos nervios que hacen que las piernas tiemblen y recuerdas esa sensación de desvanecimiento, como la rama que cayó al suelo en el momento oportuno para que te abrazaras a ella. Suena a tontería, pero más de uno pondría la mano en el fuego cuando dicen que aquél semáforo pedía a gritos un beso. Era el escenario perfecto, la noche, la luna y un incansable ruido de coches y personas, pero todo ello estaba en un segundo plano. En sus cabezas sólo se escuchaba el deseo. 
Pasan los días pero no los nervios y cada día que pasa es una nueva tentación. El momento en que vuestras manos se rozaron por una milésima de segundo y sentiste que el corazón podía latir con más fuerza que nunca. 

No hay nada que pueda pararlo. 



¿Qué queda cuando los días no son más que días?

Existen muchos motivos por las que llorar, millones de circunstancias que duelen y que dan miedo. Pero también hay razones enormes para sonreír, cosas tan sencillas como un gesto, un detalle, una palabra, incluso una misma sonrisa. Que el dolor no es dolor si te abrazan fuerte, te tapan la herida y te ayudan a combatir tus miedos, porque al fin y al cabo no son más que miedos y tarde o temprano ganarás esa batalla.
Es difícil ser optimista cuando vivimos en un mundo en el que escupimos más mentiras que suspiros en un día. Desde que nacemos, todo son caídas, una detrás de otra.
Las ilusiones se rompen como el más fino cristal y las esperanzas se pierden en lo más profundo del mar. Cuando caemos, cuando pensamos que nada nos hará retomar nuestro camino, muchas veces tenemos una mano para ayudarnos a levantar. Una mano que nos impulsa a romper con todas las mentiras que salen de nuestras bocas, una mano que incita a suspirar por ella.

Sonríe, no hay nada más sencillo que sonreír. Puedes hacerlo por todo y por nada, pero si haz de hacerlo, hazlo por ti. Porque no hay nada que valga más que creer en uno mismo, que quererse más allá de todas las cosas y q q no olvidar nunca de valorarnos.

Si el dolor es interminable, sonríe.
Si los días pesan y no hay nada que cambie, sonríe.
Si todo es absurdo y ridículo, sonríe.
Si quieres llorar... Sonríe.
Porque tú eres el comienzo de tu propia felicidad.

domingo, 8 de junio de 2014

Si quieres, puedes.

Es tan cómodo estar mal, sentir que estás rota por dentro y que ni un milagro podrá solucionarlo. Tener como lema en la vida: "no sé". No sé si lo conseguiré, no sé si saldré de está, tampoco sé si valdrá la pena, ni tan siquiera sé si algún día esto acabara. No tienes nada claro y piensas sobre ello. Reflexionar está bien, te hace ver las cosas más claras, pero no hay que ir más allá. Si continuas dándole al botón de rebobinar tan sólo volverás a lo mismo una y otra vez y quizá está vez olvides lo que sacaste en claro y se revuelva todo. No puedes, te supera, se te va la vida en ello. Los días se te hacen eternos, tienes una enorme carga en la espalda y vas cuesta arriba. Pasan los segundos, los minutos, las horas y te cuesta más sujetar el peso, pero no avanzas. Estás parado en una pendiente y todo lo que cae de ella acaba en tu espalda formando un montón de problemas. Entonces piensas que el tiempo lo curará. Que hay que darle tiempo al tiempo y que poco a poco esas cargas bajarán por tu espalda dejando tan sólo unas cicatrices y unos recuerdos.

“No es mi culpa, ha pasado así y ya”. El ser humano se deshace de toda la culpa dejándosela al azar, al destino y al tiempo. La comodidad llega a ser absurda,  ya no tenemos el valor suficiente de responsabilizarnos de nuestros actos. ¿Para qué voy a mover un dedo si amanece de todas formas? Es mucho mejor sentarme junto a la ventana y ver los días pasar, llegará un momento en el que volveré a estar bien.
Que ingenuos somos al pensar de esta forma.  Cuando realmente si no nos levantamos y hacemos frente a nuestros problemas, jamás conseguiremos estar bien. No existe una receta única para alcanzar la felicidad, pero de algo estoy segura, no consiste en esperar que algo llegue y que caiga del cielo, debemos ir a por ello, dejarnos la piel en conseguirlo y disfrutarlo una vez lo consigamos. Hay que valorar lo que uno tiene en frente y dejarse de tonterías y excusas. Valorar, proteger y jamás perder.

Con esto no te obligo a que salgas de tu estado de “comodidad” ni mucho menos. Sólo es una puerta abierta y tú decides si entrar o cerrarla. Quizá lo agradezcas una vez la cruces, tal vez veas todo mucho más nítido y te rías de lo ocurrido. Y quien sabe si tras esa puerta consigues subir la pendiente y dejar atrás toda esa carga que te impedía sonreír. Levanta, ¿qué tal si pruebas a estar bien?




jueves, 3 de abril de 2014

La esperanza de una flor.

Todo empezó en una bonita explanada verde, llena de flores que alegraban y llenaban de vida cada rincón. Con graciosos arbustos de diferentes formas y enormes árboles, lugares preferidos para el descanso de los animales. Este paraíso rebosaba paz y tranquilidad, no existía nada que rompiera esa armonía de inocencia.

De pronto y de manera inesperada el cielo se tiñó de negro. Los animales comenzaron a correr por todos los lados, asustados. Un enorme estruendo revistió aquél paraíso y lo llenó de oscuridad. Las flores temblaban con cada ráfaga de viento, algo malo se acercaba. La más bella de ellas habló con el cielo para que detuviera la destrucción. Éste juró que no la dañaría y ésta se calmó pensando que el dolor no la desgastaría. Entre tanta discusión la flor comenzó a perder su hermoso color, agotada ante la situación yacía en el césped incapaz de levantarse. No era la primera vez que esto ocurría, más de una vez habían intentado destruir su alegría.

La batalla terminó en desgracia, no os voy a mentir. Un rayo cayó en la flor y ésta finalmente se desvaneció.









La esperanza de no ser dañado cae, como las hojas en Otoño.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Adiós.


Siempre he odiado la palabra “adiós”, siempre preferí un “hasta luego”. No soporto ver como algo se ha roto y no hay manera de unir esos trozos.
Esos momentos que quizá no fueron más que instantes en el tiempo, incapaces de reconstruirse y de continuar.
Supongo que lo mejor es dejarlo todo a un lado, todos y cada uno de esos textos que escribí.
Adiós inspiración, que te vaya todo bien, y que sonrías como nunca. Que al fin cumplas todos tus sueños, y tus lágrimas se conviertan en millones de sonrisas.
Esperaré a otra inspiración para escribir, no será igual, ni mejor ni peor, simplemente diferente. Quizá vuelva a recurrir al ayer, a aquello que me ayudó a escribir, o quizá no. Nunca se sabe. Ya solo me queda desearte suerte, esto se acabó, no hay que mirar atrás, sólo nos queda avanzar.

Inspiración.


La inspiración va y viene, es como una ráfaga de aire, te roza por unos segundos y se va, y vuelve rozándote una milésima de segundo. Vuelve, necesito más que un simple roce, más que una simple chispa, más que un ápice de locura. Llega a mi vida, enséñame, dame ganas, dame fuerza.
Todo era más fácil cuando estabas en mi vida, cuando solo necesitaba un papel y un boli, y nada más. Inspiración, no tardes en volver, mis palabras te extrañan, quizá demasiado. Me haces ser yo, haces que mis frases tengan sentido, sin ti, solo son letras confundidas en un mar de dudas.
Un mar que no cesa de revolverse, una y otra vez, intentando calmarse, pero no puede. Las olas descargan su rabia contra las rocas, están frustradas, tristes, decepcionadas. Se acerca una tormenta, e inspiración se desvanece. Cae la lluvia como si jamás el mar hubiera sentido una gota en su profundidad. ¿Dónde te escondes inspiración?, la tormenta no dura para siempre, vuelve a mi vera. Te necesito cerca.

Más cerca que nunca, pero esta vez no te vayas. No quiero perderte una vez más. Sé que podría aguantarlo, al fin y al cabo, la tormenta nunca desaparece del todo. Pero no quiero comprobarlo, te quiero a mi lado, inspiración. Eras dueña de mis noches, de mis madrugadas, de mis palabras…Cogeré todas y cada una de las estrellas del cielo, para poder escribirte tan solo una palabra, solo una, suficiente para hacerte sentir todo lo que quiero que sientas. Subirme a la escalera más alta del mundo, y coger la primera estrella, y bajarla. Entonces respirar, cerrar los ojos y volver a subir al cielo. Ya con todas las estrellas en mi mano, cerrarla muy fuerte y soplar.

Vuelve.



Aquello no era lógico, era amor.

Aquello no era lógico, era amor.