domingo, 22 de enero de 2012

Ven conmigo.

Eres fuerte, invencible, insuperable... Nada, absolutamente nada te hace daño,
nada te importa, nadie te importa. Eres así, y nadie te va a cambiar, nadie podrá contigo.
Ese carácter egocéntrico, de comerte el mundo, lo conozco, me resulta familiar, demasiado diría yo. Sentirte como una piedra, dejar pasarlo todo, sin apenas rozarte, como si nada pudiera apenas tocarte."No tengo sentimientos, tal vez jamás llegue a sentir, pero no quiero que me hagan daño" -me decía. Siempre era igual, la misma historia, me forzaba a sentir algo por personas, me forzaba a no ser tan distinta, a querer. Suena estúpido, pero a veces me lo creía, me engañaba a mi misma. Nadie mejor que yo te entiende, créeme.

¿Sabes?, todo, todo es una fachada, una coraza para no sentir dolor, para no pasarlo mal.
Debajo de ello, hay miedo, miedo a no saber lo que realmente necesitas, a sentir algo sincero, algo real, y no pasajero. Miedo a no ser esa piedra, a no ser esa persona invencible y que  algo o alguien puedan hundirte, pueda contigo. Esa actitud para mantener las distancias,  para mantener cada cosa en su sitio.
Sabes que yo he vivido lo mismo, que sé lo que se siente, sabes que solo yo podré sacarte de aquí.

Deja tu mente en blanco, no pienses, no hables, solo ven conmigo y escucha:
- "Vámonos, lejos, muy lejos, donde el mundo sea solo tuyo y mío".





martes, 17 de enero de 2012

El último apaga la luz.

Abrí las puertas y ahí estaba, dentro de aquél lugar que tanto deseaba visitar, no había mucha luz pero se podía apreciar su inmensidad, aquello parecía infinito. Estaba formado por pasillos exactamente idénticos y de lo que parecían ser cuadros colgados a la misma distancia cada uno. Busqué desesperadamente un interruptor para encender la luz y poder ver con toda perfección este lugar misterioso y atrayente. No era un interruptor cualquiera, sino una entrada a la vida. De pronto, y casi sin darme cuenta la sala se iluminó, todos y cada uno de los rincones estaban iluminados por una luz clara y pura, parecía transparente y daba una sensación de familiaridad, no sé por qué, pero estaba a gusto, como si ya hubiera estado aquí antes. Sorprendida observé mí alrededor. Si, estaba en lo cierto, cada pasillo estaba decorado por diferentes cuadros perfectamente pintados, y en cada uno se mostraba una escena.



Comencé a pasearme por los cuadros, el primero mostraba a un bebé y a su familia, las pinceladas eran suaves y los colores cálidos. Su madre lo sostenía en brazos mientras le besaba en un lado de la mejilla, y su padre en el otro. En un segundo plano, la habitación del bebé, con una cuna, un armario y un cambiador. Me hizo recordar cuando yo era pequeña, la calidez de los besos de mi madre, y  la suavidez con la que mi padre me cogía de la mano. En el siguiente cuadro, las sonrisas eran las protagonistas. Mostraba a niños sonrientes, con una sonrisa de oreja a oreja, la cual estaba resaltada por la luz, el brillo y los colores vivos. No estoy muy segura de lo que estaban haciendo, pero parecían felices en aquél parque, junto a los columpios y la caja de arena. Como cuando yo era niña, me sentía viva, alegre, como si una luz iluminara mi cara durante todo el día. Todavía no había acabado de observar este cuadro, y miraba de reojo el siguiente, me llamaba bastante la atención, los colores rojos, tal vez los dos personajes en el centro del cuadro abrazados, besándose. Sin duda era el amor, mostrado por ese color rojo pasión y ese gesto de cariño. Parecía que no quisieran soltarse, los brazos rodeaban perfectamente sus cuerpos, casi parecía que fueran uno solo. De repente me acordé de mi primer amor, de esos momentos de locura y desenfreno, de amor y pasión, recuerdo lo que era estar enamorada, y aún lo estoy.

Me asomé por lo que quedaba de pasillo y vi que quedaban tan solo dos cuadros más, se acercaba el final... El siguiente era de nuevo una familia, pero esta vez toda entera, no faltaba nadie. Todos sentados en una mesa cenando, parecía navidad la verdad, los colores eran alegres y había bastante luz en el cuadro, lo que me recordó a esos momentos de felicidad junto a la familia, junto a la persona que amabas, junto a tus hijos. No cambiaría nada del mundo por aquella  escena, era inolvidable, imprescindible, no me extraña que alguien quisiera hacer de ella un cuadro.

Finalmente me acercaba al último cuadro cuando de pronto la luz se fue, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, el frío y la oscuridad habían invadido la sala.  Intenté volver atrás para volver a encenderla cuando de pronto ésta se encendió sola. Asustada di un bote, mi corazón iba a mil por hora y me sudaban las manos, estaba nerviosa, como débil y no sabia muy bien la razón. Me dirigí hacia el último cuadro, tenía un enorme nudo en la garganta, y los nervios a flor de piel. Decidí tranquilizarme y tragar saliva, este cuadro no me apasionaba como los otros, la verdad es que me  daba bastante miedo. Me mostraba a mí, en ese sitio, mirando este mismo cuadro, era extraño, demasiado extraño. Mi rostro era viejo, cansado, sin luz, como apagado, como con miedo. Asustada mire atrás, los cuadros que había dejado en el camino, y vi que se trataban de mi vida, de la vida que había vivido, de mi travesía.



Y sonreí, porque los cuadros tan solo mostraban los momentos buenos, llenos de alegría, sonrisas, amor y cariño. Y pensé que es así como deberíamos de recordar nuestra vida una vez seamos viejos, una vez haya llegado nuestro final de la travesía. Que tan solo sean eso, cuadros vivos, llenos de luz, de calidez, de pinceladas suaves y perfectas. Y sin más con una sonrisa en la cara, y orgullosa decidí salir de aquel lugar, de mi vida. 

El último apaga la luz.

sábado, 7 de enero de 2012

¿Nunca has tenido los pies sobre la luna?

Recuerdo cuando era pequeña, soñaba con desaparecer constantemente cuando las cosas no iban bien, cuando ya no podía más y tan solo me quedaba mi imaginación para sobrevivir. "Quiero irme, lejos, muy lejos, donde nadie me vea" me decía.
Un lugar alejado de tantas mentiras, de tanta falsedad, de montones de dudas,
de inseguridades, de miedo, de tristeza, un lugar donde solo la magia existe.
Miraba al cielo todas las noches, me gustaba contemplarlo y me entretenía contando todas y cada una de las estrellas, cada una significa todo un mundo de posibilidades. Una pequeña luz en un fondo oscuro, o como yo lo veía, una pequeña esperanza al final de la oscuridad. Me perdía en la inmensidad del cielo y de las estrellas, en ese frío de invierno que me acariciaba y el sonido de las hojas cayendo de los árboles.

Pero había algo que llenaba aún más, algo que esperaba al caer la noche.
Tan brillante, tan resplandeciente, tan pura. Siempre soñaba con alejarme a su lado, desaparecer entre sus brazos, poner los pies en la luna.     

Promesas que quedaron en el olvido.

Solo un puñado de promesas que nunca se llegaron a cumplir, unos cuantos besos que nunca llegaron a mis labios, muchas sonrisas que mil días me alegraron, abrazos que parecían sinceros y ahora son vacíos, miradas cruzadas y miradas fijas que sin más se quedaron en el olvido. ¿Qué me dices de esas palabras?, frases preciosas, una para cada día, tal vez un texto o tan solo un apalabra, no importaba, parecía suficiente. No era consciente de  todo ello, de que un día cualquiera abriría los ojos a la realidad. Engañarme, eso me hacia a mi misma y no me daba cuenta. Todo lo que me daba, por muy poco que pareciera, era suficiente y la mitad sobraba  para hacerme sonreír. 


Ahora solo te quiero dar las gracias, tú me enseñaste que las palabras se las lleva el viento,que ya en nadie puedes confiar, que ya solo me quedará soñar.


Aquello no era lógico, era amor.

Aquello no era lógico, era amor.