lunes, 5 de septiembre de 2011

Y entonces, le llamas.

Te preguntas porque no te llama, porque se comporta de esta manera. Como si no le importara, como si para esa persona no significaras nada. Ni siquiera una pequeña parte de él. De pronto, todo en tu vida no tiene sentido, es estúpido, insignificante.

Sientes que solo tú lo estas dando todo, que te implicas de tal manera que llega a desesperarte, mientras que él parece que no le interese, que solo seas un pasatiempo más, algo para entretenerse.

Ahí estas tú, sola. Esperando que el teléfono suene, que por alguna casualidad sea él quien llama. Pero no es así, las horas pasan, el día se va acabando, y nada. 
Y aún piensas que te va a llamar, que seguro que rectificará y que se dará cuenta de ello.

  
Te ries de ti misma, sabes que no va a llamar. Siempre acabas llamando tú, te da rabia, pero parece que él jamás lo hará. Pero en el fondo, te da igual, porque solo quieres oir su voz. Entonces, le llamas.

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Aquello no era lógico, era amor.

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