"Quiero evadirme en una realidad idealizada", este ha sido su primer
pensamiento al despertar, mientras un rayo de sol atravesaba un pequeño
hueco descubierto de la ventana. Pensó en una realidad tal vez distinta,
alejada, como paralela. Estaba tumbada, observando una habitación
dividida en dos, una parte iluminada por una pequeña salida, la otra
parte carecía de importancia la verdad, o eso pensaba cuando la sombra
de un pájaro decoraba su pared, cuando el movimiento de sus alas le
incitaban a volar.
"Quiero volar, irme lejos"- pensó mientras
aquella gaviota blanca como la nieve alzaba sus alas, y rápidamente
ponía rumbo a ninguna parte. Ella era una persona soñadora pero con los
pies sobre la tierra, amaba el cielo azul y las estrellas, el sonido de
las olas y la inmensidad del mar. Odiaba los problemas, ¿y quién no?, le
costaba encontrar solución a todos ellos, se le acumulaban como granos
de arena en la playa. Esas cuatro paredes le impedían pensar con
claridad, y el amanecer se disfrutaba más sentada junto a la orilla del
mar. La brisa marina y las olas chocando formaban una melodía, una
canción. Parecía que tuviera letra, que tuviera significado detrás de
esas notas. Una realidad idealizada, poetizada incluso, dónde los
problemas no son más que dientes de león y soplando se desvanecen, dónde
las lágrimas no son más que lluvia que se desliza por nuestra cara en
un día lluvioso, dónde el dolor no es más que un pequeño cosquilleo en
nuestro cuerpo, como el aire acariciándote una noche de invierno. Una
realidad dónde lo imperfecto se vuelve perfecto con un chasquido de
dedos, dónde lo incoloro se baña de color y la oscuridad se pierde ante
tanta luz. Evasión, huida, desaparición, final, tan solo son sinónimos
de su deseo pasional.
Miró al horizonte y vio aquella pequeña
gaviota volando hacia la inmensidad del mar, poco a poco se alejaba más,
huyendo de una realidad superficial, evadiéndose. Todo estaba planeado,
era la hora, el anochecer esperaba impaciente su llegada.
El horizonte abría las puertas a esta nueva realidad idealizada, y sin más, sin pensárselo dos veces la niña atravesó la puerta. Sin más, di un paso adelante y yo misma la atravesé.
El horizonte abría las puertas a esta nueva realidad idealizada, y sin más, sin pensárselo dos veces la niña atravesó la puerta. Sin más, di un paso adelante y yo misma la atravesé.
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