Es tan cómodo estar mal,
sentir que estás rota por dentro y que ni un milagro podrá solucionarlo. Tener
como lema en la vida: "no sé". No sé si lo conseguiré, no sé si
saldré de está, tampoco sé si valdrá la pena, ni tan siquiera sé si algún día
esto acabara. No tienes nada claro y piensas sobre ello. Reflexionar está bien,
te hace ver las cosas más claras, pero no hay que ir más allá. Si continuas
dándole al botón de rebobinar tan sólo volverás a lo mismo una y otra vez y
quizá está vez olvides lo que sacaste en claro y se revuelva todo. No puedes,
te supera, se te va la vida en ello. Los días se te hacen eternos, tienes una
enorme carga en la espalda y vas cuesta arriba. Pasan los segundos, los
minutos, las horas y te cuesta más sujetar el peso, pero no avanzas. Estás
parado en una pendiente y todo lo que cae de ella acaba en tu espalda formando
un montón de problemas. Entonces piensas que el tiempo lo curará. Que hay que
darle tiempo al tiempo y que poco a poco esas cargas bajarán por tu espalda
dejando tan sólo unas cicatrices y unos recuerdos.
“No es mi culpa, ha pasado
así y ya”. El ser humano se deshace de toda la culpa dejándosela al azar, al
destino y al tiempo. La comodidad llega a ser absurda, ya no tenemos el valor suficiente de
responsabilizarnos de nuestros actos. ¿Para qué voy a mover un dedo si amanece
de todas formas? Es mucho mejor sentarme junto a la ventana y ver los días
pasar, llegará un momento en el que volveré a estar bien.
Que ingenuos somos al
pensar de esta forma. Cuando realmente
si no nos levantamos y hacemos frente a nuestros problemas, jamás conseguiremos
estar bien. No existe una receta única para alcanzar la felicidad, pero de algo
estoy segura, no consiste en esperar que algo llegue y que caiga del cielo,
debemos ir a por ello, dejarnos la piel en conseguirlo y disfrutarlo una vez lo
consigamos. Hay que valorar lo que uno tiene en frente y dejarse de tonterías y
excusas. Valorar, proteger y jamás perder.
Con esto no te obligo a
que salgas de tu estado de “comodidad” ni mucho menos. Sólo es una puerta
abierta y tú decides si entrar o cerrarla. Quizá lo agradezcas una vez la
cruces, tal vez veas todo mucho más nítido y te rías de lo ocurrido. Y quien
sabe si tras esa puerta consigues subir la pendiente y dejar atrás toda esa
carga que te impedía sonreír. Levanta, ¿qué tal si pruebas a estar bien?