Me da
igual si anochece, si mañana llueve o no, como si nieva. No me importa el día
que sea y mucho menos la hora, como tampoco me importa la inmensidad del vacío
y el paso del tiempo. Si me levanto con el píe izquierdo, con el derecho, o con
los dos, si ya no puedo caer más bajo. Si el llorar es igual que pensar, el
saber que se acababa y que solo el soñar quedaba. Nada importa.
Ni siquiera tu pelo, tu mirada, tu sonrisa,
esa boca, tu puta carita, ni ese jodido olor que me vuelve loca. Nada. Tampoco
el sonido del recuerdo, de cada instante. Ya ni el sentir importa cuando el
significado no es el mismo para el Sol y la Luna, ni esperar una señal, algo
que me haga continuar.
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