viernes, 18 de enero de 2013

Limites.


Es curioso que las ganas de estar con alguien sean tan fuertes como para llegar a imaginar un accidente junto a ella. Bueno, realmente no a su lado. Fue extraño, mi mente se ha vuelto loca. Esto roza el límite de la crueldad y me asusto de mi misma.
Estaba en la estación dispuesta a coger el último tren hacia Barcelona, estaba entusiasmada por ese viaje desde hace tiempo. Mis amigos habían venido a despedirse de mi , llevaban una pancarta  y todo,  siempre tan detallistas: “¡Qué pases un buen viaje, te echaremos de menos!”.

Ni si quiera sabía que ella estaba ahí, en la otra punta de la estación. Todo marchaba bien, todo era normal. Bueno depende del concepto que tengamos por normal, pero para mi lo era. Una noche como otra cualquiera.  De pronto una ráfaga de viento hizo que sintiera que algo malo iba a suceder. No le di importancia, quizá solo era una tontería. Entre abrazos y lloros se hizo la hora de salida. Cogí mi maleta cuando  empecé a notar un fuerte dolor en el pecho, como un pinchazo, como si me clavaran miles de cuchillos de golpe. Solté la maleta y me estremecí del dolor. Mis amigos rápidamente me ayudaron intentando que no me desmayara. No podía articular palabra y el dolor era cada vez más intenso. Escuché como uno de ellos llamaba a la ambulancia, y como al otro lado de la estación una chica gritaba de dolor. Era ella.

Es absurdo imaginar una historia así, casi tan absurdo como la realidad. Solo quedará soñar con ella, imaginarme a su lado, y la fría noche. ¿Cómo pude llegar a sentir su mismo dolor?. Cuanto más sentía ella, más sentía yo. Está dentro de mi, soy suya, mi dolor es suyo, pero ella… Ella no es mía.





Si pensaste que existía un límite, te equivocabas.

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Aquello no era lógico, era amor.

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