Es
curioso que las ganas de estar con alguien sean tan fuertes como para llegar a imaginar
un accidente junto a ella. Bueno, realmente no a su lado. Fue extraño, mi mente
se ha vuelto loca. Esto roza el límite de la crueldad y me asusto de mi misma.
Estaba
en la estación dispuesta a coger el último tren hacia Barcelona, estaba
entusiasmada por ese viaje desde hace tiempo. Mis amigos habían venido a
despedirse de mi , llevaban una pancarta
y todo, siempre tan detallistas:
“¡Qué pases un buen viaje, te echaremos de menos!”.
Ni
si quiera sabía que ella estaba ahí, en la otra punta de la estación. Todo
marchaba bien, todo era normal. Bueno depende del concepto que tengamos por
normal, pero para mi lo era. Una noche como otra cualquiera. De pronto una ráfaga de viento hizo que
sintiera que algo malo iba a suceder. No le di importancia, quizá solo era una
tontería. Entre abrazos y lloros se hizo la hora de salida. Cogí mi maleta
cuando empecé a notar un fuerte dolor en
el pecho, como un pinchazo, como si me clavaran miles de cuchillos de golpe.
Solté la maleta y me estremecí del dolor. Mis amigos rápidamente me ayudaron
intentando que no me desmayara. No podía articular palabra y el dolor era cada
vez más intenso. Escuché
como uno de ellos llamaba a la ambulancia, y como al otro lado de la estación
una chica gritaba de dolor. Era ella.
Es
absurdo imaginar una historia así, casi tan absurdo como la realidad. Solo
quedará soñar con ella, imaginarme a su lado, y la fría noche. ¿Cómo
pude llegar a sentir su mismo dolor?. Cuanto más sentía ella, más sentía yo.
Está dentro de mi, soy suya, mi dolor es suyo, pero ella… Ella no es mía.
Si
pensaste que existía un límite, te equivocabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario