Cuando tienes
hambre el primer plato lo coges con ganas, como si se acabara el mundo.
¿Y qué pasa con
el segundo?, también te gusta y te lo comes, pero con menos ganas dejando una
pequeña parte en el plato. Os preguntaréis que a que viene semejante historia.
Creo que ya va
siendo hora de poner las cosas claras en este asunto. Pongo la mano en el fuego
cuando digo que más de uno se ha sentido segundo plato en algún momento de su
vida. Esa sensación de ser el pasatiempo de una persona cuando su primer plato
no está en el menú, cuando quizá no hay nada mejor a lo que agarrarse. Tú, un
simple sustituto. Parece un absurdo juego a dos bandas que creedme, jamás
termina bien. Siempre habrá una persona que lo pasa mal, muy mal, y suele ser
quien más desea que esto acabe. Es ridículo pero en tu cabeza cabe la esperanza
de que acabes convirtiéndote en el primer y deseado plato. Pero si el tiempo
pasa y nada cambia, te cansas. Te cansas de sentirte menos por el simple hecho
de no ser la prioridad.
En esos momentos
desearía que todos vosotros os estamparais contra la realidad. ¿Segundo plato?,
¿Pasatiempo?, ¿Sustituto?. Que absurdo suena todo. Dicen que no hay
que tratar como prioridad a quien te tiene como opción. ¿Y a qué esperamos?.
Seguro que existen personas que no solo te querrán como primer plato, sino que
no querrán ningún otro. Solo tú. Personas que se mataran por no perderte y que
si no estás en el dichoso menú romperán la vida hasta buscarte. Cueste lo que
cueste, tú serás el entrante, el primer plato, el segundo, el postre…
Y su vida
entera.
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