miércoles, 23 de octubre de 2013

Un recuerdo en el fondo del mar.

Sin darte cuenta ese día se convierte en el último. Una despedida un tanto esperada y a la vez inesperada o eso pensó. Sabías que esto iba a ocurrir, aunque siempre pensaste que un remedio iba a surgir. Ni un adiós, ni un que te vaya bien, todo tan rápido, tan fugaz como aquella estrella que ni un deseo te dejó formular. 
Cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, o en mi caso se cierra con llave y se echa al fondo del mar. La llave va descendiendo poco a poco mientras que tú cierras los ojos, y en esa caída respiras hondo. Todo irá bien.

Quizá se abra una ventana o aparezca una nueva llave más resplandeciente incluso que la primera. Una llave única e inigualable, como un objeto de coleccionista. Entonces la cogerás y abrirás una nueva puerta, el miedo, la curiosidad, y la incertidumbre te invadirán. Abrirás los ojos y pensarás: cuando  sea el momento daré el paso, tampoco hay que precipitarse, quizá aparezca una ráfaga de viento y me lleve contra la pared. Una vez más.
Trás todo esto queda el famoso recuerdo y aquél "lo vivido" del que tanto hablamos y a la vez repugnamos. Tan sólo algo permanecerá eternamente. Los textos, cada historia escrita en una hoja de papel, y como no aquella llave en el fondo del mar.
Una inspiración un tanto peculiar, algo alocada y sonriente. Aquella llave que mil alegrías y mil tristezas consiguió. En estos momentos, en el mar reposa esperando que alguien la recoja, y quien sabe, quizá ya lo hayan hecho.

Siempre quedará lo escrito, y aquél recuerdo en el fondo del mar.


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Aquello no era lógico, era amor.

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