Todo empezó en una bonita explanada verde,
llena de flores que alegraban y llenaban de vida cada rincón. Con graciosos
arbustos de diferentes formas y enormes árboles, lugares preferidos para el
descanso de los animales. Este paraíso rebosaba paz y tranquilidad, no existía
nada que rompiera esa armonía de inocencia.
De pronto y de manera inesperada el cielo
se tiñó de negro. Los animales comenzaron a correr por todos los lados,
asustados. Un enorme estruendo revistió aquél paraíso y lo llenó de oscuridad.
Las flores temblaban con cada ráfaga de viento, algo malo se acercaba. La más
bella de ellas habló con el cielo para que detuviera la destrucción. Éste juró
que no la dañaría y ésta se calmó pensando que el dolor no la desgastaría.
Entre tanta discusión la flor comenzó a perder su hermoso color, agotada ante
la situación yacía en el césped incapaz de levantarse. No era la primera vez
que esto ocurría, más de una vez habían intentado destruir su alegría.
La batalla terminó en desgracia, no os voy
a mentir. Un rayo cayó en la flor y ésta finalmente se desvaneció.
La esperanza de no ser dañado cae, como las
hojas en Otoño.
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