Existen muchos motivos por las que llorar, millones de circunstancias que duelen y que dan miedo. Pero también hay razones enormes para sonreír, cosas tan sencillas como un gesto, un detalle, una palabra, incluso una misma sonrisa. Que el dolor no es dolor si te abrazan fuerte, te tapan la herida y te ayudan a combatir tus miedos, porque al fin y al cabo no son más que miedos y tarde o temprano ganarás esa batalla.
Es difícil ser optimista cuando vivimos en un mundo en el que escupimos más mentiras que suspiros en un día. Desde que nacemos, todo son caídas, una detrás de otra.
Las ilusiones se rompen como el más fino cristal y las esperanzas se pierden en lo más profundo del mar. Cuando caemos, cuando pensamos que nada nos hará retomar nuestro camino, muchas veces tenemos una mano para ayudarnos a levantar. Una mano que nos impulsa a romper con todas las mentiras que salen de nuestras bocas, una mano que incita a suspirar por ella.
Sonríe, no hay nada más sencillo que sonreír. Puedes hacerlo por todo y por nada, pero si haz de hacerlo, hazlo por ti. Porque no hay nada que valga más que creer en uno mismo, que quererse más allá de todas las cosas y q q no olvidar nunca de valorarnos.
Si el dolor es interminable, sonríe.
Si los días pesan y no hay nada que cambie, sonríe.
Si todo es absurdo y ridículo, sonríe.
Si quieres llorar... Sonríe.
Porque tú eres el comienzo de tu propia felicidad.
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