Es increíble los límites de la estupidez
humana. Esa persona consciente de todo lo que debe de hacer, de las
consecuencias que puede traer no hacer eso. ¿Qué a que me refiero? A esa
persona encaminada hacia una pared. Una pared enorme y dura, la realidad. Parece
que cada vez corre más y más rápido hacía ella. Es ridículo.
Duele pensar que chocar es lo que de verdad
merece esa persona. Quizá de esa manera aprenda, y consiga cambiar.
El dolor te hace ignorante ante todo, y
todo se vuelve nada. En tu cabeza miles y miles de idioteces, en tu boca apenas
una palabra. Ya nada quieres decir, ya nada quieres mostrar. Sabes que vas a
caer en el abismo, y no haces absolutamente nada para impedirlo.
Solo quieres que pase el tiempo, que te
cure y vuelvas a ser lo que fuiste.
Aquella niña sonriente, que jamás se daba
por vencida y siempre luchaba aunque la meta pareciera inalcanzable. Aquella
guerrera que con voluntad todo conseguía. La echo de menos.
Niña, ojalá vuelvas y esquives esa pared. Y
si es demasiado tarde y has chocado, levántate. Solo eso. Vuelve.
Te necesito.
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